Buenos días! ¿Qué tal habéis empezado la vuelta al cole? Parece que era ayer cuando estábamos organizando nuestras vacaciones y ya estamos aquí al pie del cañón otra vez, ¿eh? Bueno eso no quita para que todavía podamos disfrutar con el recuerdo de lo vivido y mi viaje por la Costa Oeste de Estados Unidos se merece un post o dos, para hacerlo (de ahí lo de Running the West Coast) que además, espero que os sirva como guía de ayuda si alguna vez os animáis a descubrir esta zona que es impresionante. Hoy empezamos con el Gran Cañón y Monument Valley.
¿Os venís?
Running the West Cost
Como muchos ya sabéis, parte de mi familia, mi hermana y mis sobrinos viven en Estados Unidos, así que un año más esta fue la motivación principal de elegir este destino. Yo siempre he sido más de destinos exóticos, me he sentido más atraída por Asía o América del Sur por ejemplo, pero la verdad es que EEUU nunca te deja indiferente. Y es que, Américas hay muchas, es muy difícil definir un país tan grande como este porque dentro de él hay muchísimos contrastes que lo hacen inmensamente rico y variado.
Allí todo es a lo grande. Desde los parques naturales a los cafés gigantes con los que circula la gente por la calle. Es curioso como todo eso me hacía tener la sensación de verme pequeñita allí…Esta sensación fue brutal en mi primera visita allí.
El Gran Cañón
Nuestro viaje comenzó como hace casi todo el mundo con una parada técnica en Las Vegas. En mitad de la inmensidad del desierto, surge esta increíble ciudad artificial con la que encontré si os digo la verdad, muy poca afinidad. Hay que admitir que es algo que no verás en ninguna otra parte del mundo, todos esos hoteles replicando las grandes maravillas de las ciudades más importantes del mundo como Nueva York, París, Venecia, Roma…las luces por todos lados, los casinos repletos de gente jugando bebiendo y fumando…etc.
Sin embargo como os digo, muy pronto descubrí que no era mi ciudad. Y fue una mañana, cuando antes de que amanecieran mis hermanas, intenté salir a correr, y resultó la experiencia más desagradable del mundo. Salir a la calle bajo los más de 40 grados que ya a las 8 de la mañana calentaban las aceras de una ciudad sin árboles en los que cobijarte, sin un parque y sin ni siquiera un carril por el que poder caminar sin tener que entrar en los halls de esos grandiosos hoteles donde el aire acondicionado te seca de golpe el sudor y para poder salir tienes que atravesar todo el casino…Rápidamente desistí de mi ganas de soltar un poco las piernas, peor al menos lo intenté y cayeron 5km.
Sin embargo, a unas tres horas en coche de allí, a la mañana siguiente nos plantamos en una de las grandes maravillas de este mundo. El Gran Cañón, donde la sensación es absolutamente la contraria. Es un parque natural de tal magnitud (dicen que el cañón del Colorado tiene más de 450 km de longitud) donde la Naturaleza vence con algo incapaz de ser perturbado por la mano del hombre.
Es muy fácil recorrer el Gran Cañón y sus miradores principales en coche con los mapas que te dan la entrada para hacer este recorrido. El coste de acceso al Parque es de 30 dólares por coche, por lo que resulta bastante barato para mi gusto. Lo que sí recomiendo en este y en todos los parques de los que os voy a hablar a continuación, es llevar una nevera en el coche con agua y comida ya que en ellos o bien no hay ninguna tienda o si la hay, pagas una barbaridad por una comida de calidad bastante baja.
Cuando llegas al Gran cañón y te dan el mapa a la entrada, la pregunta es ¿Madre mía y cómo veo esto en un día? Existen muchísimas opciones para visitarlo. Desde viajes en Helicópeto que yo esta vez no pude hacer, a excursiones de escalada para hacer descensos al río. La mayoría de la gente elige el South Rim, la orilla sur del cañón, abierta todo el año y favorita de muchos visitantes.
A la entrada te dan un mapa de las zonas accesibles en coche, los distintos caminos y los miradores. Tienes la opción de dejar el coche en uno de los grandes parkings del Visitor Center y moverte por allí en los distintos Shuttles que ponen para llegar de uno a otro de los miradores. Existen infinitas opciones y lo suyo es que cada uno elija la suya pero yo os voy a contar la mía, que estaba enfocada a terminar el día disfrutando la puesta de sol corriendo por esta maravilla.
Por este motivo, desde la entrada por el Visitor Center que veís en el mapa, decidimos ir coche al punto más alejado hacia la derecha, lo que veis como Desert View. Es uno de los lugares donde tienes una visión más amplia de todo el cañón, y es genial para dejarte sorprender por su inmensidad y hacerte a la idea de la dimensión del parque. Después de dar un paseito por allí y hacer unas fotos, empezamos el recorrido en coche hacia la izquierda parando el algunos miradores similares como Navajo Point, Lipan Point.
De vuelta en el Visitor Center, dejamos el coche aparcado y recorrimos a pie la distancia entre los miradores de esa zona que estaban conectados por un camino que discurre paralelo al borde Cañón, el RimTrail, por el que hay bastantes turistas. Pasamos por los miradores de Yaki Point, Yavapai Point y Mather Point, cada uno de los cuales más impresionates, peor eso sí, esta zona, al ser de fácil acceso en coche y cerca de la entrada, es una de las más concurridas, y sin tener en ningún momento sensación de agobio, no conseguías sentirte perdido en el Gran Cañón.
Así que nos quedaba conseguir esa última parte, cogimos de nuevo el coche y fuimos hacia el Oeste a dejar el coche al último punto accesible a través de este (parking D). A partir de aquí sólo se puede ir en los Shuttles o a pie, por lo que predecíamos iba a ser una zona mucho menos transitada. Nos vestimos de runners y tomamos esta parte del camino, ya de tierra en muchos tramos, a la que llaman «El abismo» porque en varios tramos el sendero transcurre pegado al borde del precipicio del cañón, mucho más cerca que en otros lugares del parque.
Fue brutal recorrerlo corriendo asomándonos en sus miradores y ver de vuelta el atardecer en uno de los puntos señalados para hacerlo, Hicimos una ruta de 12 kilómetros y os aseguro que es uno de los lugares más impresionantes por los que he corrido nunca. Sin duda os lo recomiendo si alguna vez vais por allí. La luz del atardecer es como una especie de bruma mágica que refleja en los macizos rocosos.
Los colores que se crean en las montañas por la tarde nada tienen que ver a los del día cuando llegas, rojos, amarillos…impresionantes, desde luego merece la pena quedarse a ver el atardecr y si es corriendo mejor que mejor.
Monument Valley
Bueno, con este inicio de viaje, no sabíamos si el resto iba a defraudar o no, pero esa misma tarde noche cogimos el coche para acercarnos a nuestra siguiente parada. Monument Valley y os aseguro que no defraudó. El Monument Valley es una gran depresión situada en la frontera sur de Utah con Arizona,
En sus orígenes, hace 50 millones de años, en la zona existía una gran meseta cruzada por el río Colorado. A lo largo de los tiempos, y por la erosión de las aguas, esta meseta se fue hundiendo de forma que, en la actualidad, lo que vemos son unos grandes pináculos montañososde hasta 300 metros de altura, que son los que conforman el paisaje que tanto impresiona por su grandiosidad.
Las tres más famosas formaciones rocosas son las conocidas como Mittens y Merrick Butte, situadas enfrente del mirador del Centro de Visitantes, y que son los iconos por los que el Monument Valley es conocido en todo el mundo, gracias en gran medida a las películas del Oeste.Pero hay un montón de ellas y es súper divertido quedarte mirándolas tratando de encontrar las formas que hacían están rocas. Así descubrimos, la tortuga, el elefante, el camello…
El valle está dentro de la reserva de los nativos navajos, y al estar más alejado, no es una visita tan turística como El Cañón, lo que te hace tener la sensación de estar perdidos en el Salvaje Oeste, literalmente. Dentro incluso hay una reserva de nativos con un establo de caballos preciosa que merece la pena visitar.
La entrada al parque natural es bastante barata (unos 5 dólares por persona), y desde allí puedes hacer un recorrido en coche por un camino de arena, que a veces hace que tengas que ir bastante despacio, pero que tiene la ventaja de conservar el estado más salvaje de esta zona. Cuando llegamos, planeamos correr por dentro del parque, pero en esta ocasión, vimos que no sería muy seguro correr por el mismo camino que circulaban los coches en las dos direcciones y levantando mucho polvo a su paso. Así que nos relajamos y pospusimos nuestro entrenamiento para el día siguiente.
Una vez más, lo que sin duda mereció la pena fue quedarnos a ver el atardecer dentro del parque, tomarnos una cervecita (de nuestra mejor compañera de viaje, la nevera que llevábamos en el coche..;-) y disfrutar absolutamente solos, de sentirnos en mitad de la nada. Cuando cayó la noche, las estrellas desde allí eran espectaculares.
A la mañana siguiente, madrugamos para correr un poquito por la desierta carretera que daba acceso al parque desde el pequeño pueblo donde estábamos (Mexican Hat), en la que al ser una gran recta y con dos carriles, pudimos correr con tranquilidad. Creo que nos cruzamos sólo a tres coches en lo que duró el entrenamiento.
Podéis tener más información sobre este lugar, en este post.
Bueno y cómo no quiero atosigaros con tanta información en el post del viernes os cuento la segunda parte del viaje que siguió dejándonos con la boca abierta y seguimos encontrando sitios espectaculares para correr.
Frase para hoy: La verdadera grandeza de la vida no se encuentra en la maravilla más grande del mundo, sino en dejarse sorprender por los pequeños milagros de cada día.
Nos vemos a finales de semana. Ánimo con la vuelta al cole y a soñar con las siguientes vacaciones mientras disfrutamos de un año que espero sea maravilloso.
Un abrazo.
Pau
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