Buenos días familia, ya estoy por aquí después de una semanita de vacaciones con mi familia llenándome del amor de mis sobris que los tengo tan lejos el resto del año. Y de amor precisamente vamos a hablar en este post, porque trata del entrenamiento de la compasión.
Y sí, habéis leído bien, la compasión también se puede entrenar. Al igual que os he venido hablando últimamente sobre como podemos entrenar la mente con Mindfulness para desarrollar más capacidad de atención, una mejor gestión del tiempo, ganar productividad y ser más felices disfrutando más del momento presente, la compasión es una de las capacidades más maravillosas que poseemos y que más nos puede ayudar en la búsqueda de la felicidad.
De hecho, la definición que más me gusta de Mindfulness, es la que dan en los países orientales. Y es “estar presente con el corazón”. Es un matiz muy importante, porque por mucho que desarrollemos nuestra capacidad de atención plena, sin ese componente de amabilidad hacia nosotros mismos y hacia los demás es muy difícil ser realmente felices.
Una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a estudiar la filosofía del Yoga, fue la división del ser humano que hacían en cinco envolturas, o como ellos las llaman “Koshas”. En occidente, solemos pensar que el ser humano está compuesto de un cuerpo físico, y una parte más mental. Y los que son más espirituales, si acaso consideran también una parte de alma que es inherente a cada uno de nosotros.
Sin embargo, ellos consideran 5 envolturas que van desde lo más físico a los más a los más sutil y profundo. Entre el cuerpo físico y la mente, consideran que existe una envoltura que llaman “prana” que sería la respiración. Esta sería la fuerza vital que ayuda a conectar el cuerpo con la mente. Y de ahí que todos los ejercicios de respiración, sean tan importantes en el Yoga y en la meditación. Porque es a través de la respiración como podemos llegar a calmar la mente y relajar el cuerpo, o por el contrario activarnos.
Pero lo que conecta más con el artículo del que quería hablaros hoy, es la envoltura que consideran entre la mente y el espíritu. Y es el corazón. El corazón es lo que conecta nuestra mente con nuestro verdadero ser, con nuestra esencia. Y al ser una envoltura más profunda que la mente, está mucho más conectada con nuestro verdadero ser. Es por eso, que los orientales, cuando tienen que decidir entre la razón y el corazón, no tienen duda, porque saben que el corazón está mucho más cerca de la intuición, de la verdad.
Por eso es tan importante cultivar ese aspecto que define lo que somos en esencia pura y que por aquí a veces olvidamos. En la cultura budista lo llaman “metta” y se definiría por “amor-amistad”. Sería algo así como lo que subyace a todas nuestras palabras, acciones y pensamientos positivos. Porque si lo piensas un momento, ¿no seríamos mucho más felices sintiéndonos libres de sensaciones de celos, envidias, apegos y todas esas insatisfacciones que nos creamos en el día a día?
Los pensamientos de amor mistad nos permiten alegrarnos por el éxito ajeno, nos permiten entender al de enfrente, y poder ayudarles mejor. Nos protege del sufrimiento causado por la ira y los celos. Nos permite cultivar la compasión, la alegría empática y la ecuanimidad, haciendo más agradable la vida de los que nos rodean y la nuestra propia.
Podemos modificar nuestras respuestas habituales y aprender a reaccionar de manera diferente. Todos conocemos a personas que nos sacan de nuestras casillas. Sin atención plena, respondemos automáticamente con enfado o resentimiento, pero con atención plena podemos observar la reacción de nuestra mente ante determinadas situaciones. Quizás esa persona está tratando de llamar nuestra atención sobre algo que debemos oír.
Y es que, en la vida para sobrevivir, necesitamos la presencia de otros seres vivos, que seguramente sean diferentes a nosotros, así son las cosas. Debido a esas diferencias, la práctica de amor-amistad es el lazo indispensable que nos une para vivir en armonía.
¿Cómo se práctica el amor-amistad?
Con la práctica de una meditación un tanto especial. Por un lado, necesitamos la atención plena quenos proporciona tiempo y la posibilidad de elegir una respuesta sin vernos desbordados por nuestros sentimientos. En lugar de reaccionar ante ellos con ignorancia, podemos hacerlo con sabiduría. Y por otro desarrollar esos sentimientos de amor y compasión hacia todos los seres.
Esta práctica se puede hacer en cualquier momento, aunque mi recomendación para que tenga realmente efecto es que se haga en un momento tranquilo que te sientas receptivo. La idea sería sentarnos en posición de meditación (ya sea en una silla o en lotto) y comenzar con unos minutos de atención en la respiración para calmar la mente y el cuerpo. Puedes contar respiraciones de 1 a 20 y de 20 a 1. Y cuando notes que tu mente ya no se distrae tanto por pensamientos de otros momentos, hacemos lo siguiente.
Vas a traer a tu mente primero a una persona que quieras mucho, la primera que te venga en ese momento y con la imagen mental de esa persona delante de ti, le va sa desear.
Te deseo tranquilidad, y que te sientas seguro.
Te deseo alegría, y que hay en tu vida momentos de amor y de risa.
Te deseo salud, para que puedas disfrutar d ela vida.
Te deseo sabiduría, para que puedas tomar las buenas decisiones.
Cuando hayas terminado, puedes dejar que la imagen de esa persona se disuelva y vas a traer a tu cabeza, una por las siguientes imágenes.
- La de una persona que sea para ti tu maestro, que te haya enseñado cosas importantes para ti.
- La de una persona que te haya hecho daño, y te provoque sentimientos desagradables.
- La de una persona que conozcas menos, con la que interactúes de vez en cuando pero no tengáis mucha relación.
- La de todo el grupo de personas, amigos, compañeros de trabajo, familiares que te vengan en ese momento a la cabeza, en grupo.
- Y por último puedes ampliar esa imagen a todos los seres de tu ciudad, tu país, o del mundo, deseándoles de corazón los mismos deseos.
Os aseguro que la sensación que se queda después es maravillosa, como si fuésemos seres que irradian una luz de amor y compasión y a los que nada ni nadie puede herir.
Hay estudios que dicen que este tipo de meditaciones pueden ayudarnos a cambiar nuestra personalidad y nuestra forma de relacionarnos en el mundo, para bien, consiguiendo por tanto que seamos más felices. Merece la pena intentarlo, ¿no? Al final, si hay algo que todos tenemos en común es ese anhelo de ser felices, y todo lo que ayude a evitar nuestros sufrimientos diarios, me lleva en esa dirección.
En la vida nos pasaran cosas buenas y malas, pero lo que no vale la pena es sufrir por aquellas que podemos evitar. Y la verdad es, que estas son mucho más habituales que las auténticas desgracias.
Además, no sólo para los malos momentos, vivir con esa sensación de amor-amistad hace disfrutemos mucho más también de los momentos buenos, en familia, con amigos…y este verano vamos a tener unos cuantos.
Desde aquí yo quería enviaros toda mi gratitud, por estar ahí desde hace cinco años ya compartiendo nuestras vidas, nuestras alegrías, nuestras pasiones. Os aseguro que os llevo en muchas de mis meditaciones y siempre os envío los mejores deseos. Gracias, gracias, gracias de corazón.
Deseo que disfrutéis un verano lleno de amor, alegría, momentos de risa, de tranquilidad, de salud y de vida. Pura Vida!!
¡Nos vemos a la vuelta con las pilas cargadas y muchas aventuras nuevas que recorrer juntos!
Frase para hoy. La mayor suerte de nuestra vida está en la capacidad de elegir entre vivir en amor, o vivir en el temor. A eso le llamo libertad.
Un abrazo enorme.
Pau